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¿Qué es el destino? parte 1

Muchas veces escuchamos que a fulano le pasó esto o aquello, "porque ya le tocaba", o "era su destino", también algo como "Le tenía que pasar", sin olvidar esas frases de "Era Karma", "en esta vida todo se paga", y cosas como ésta. Pero, qué hay de cierto a todo esto?

Incluso en las cartas hay algunas que suelen identificarse con eso del Destino: La carta de "La Torre" (La Fragilidad), la carta de "La rueda de la Fortuna" (La Retribución), "El Diablo" (La Pasión), "La muerte" (La Inmortalidad), etcétera.


Por definición, es el lugar a donde se va o se dirige alguien o algo. Y también el uso o función que se da o piensa darse a una cosa.

Partiendo de estas afirmaciones, desvelamos el mito de que nos tienen que suceder cosas en la vida como si fuera imposible evitar que sucedieran. Desgraciadamente hay una tendencia generalizada en la humanidad de negar la capacidad de alterar el curso de las acciones que tomamos diariamente, llegando a creer que son inevitables o decididas por fuerzas superiores o sobrenaturales, para así negar la capacidad de la voluntad para llevar a buen término nuestros propósitos. Pero, ¿por qué las personas se afanan tanto en negar su responsabilidad?

Revisemos. Hay leyes físicas que nos hablan de la inercia, que es la propiedad que tienen los cuerpos de permanecer en su estado de reposo relativo o movimiento relativo. Dicho de forma general, es la resistencia que opone la materia al modificar su estado de movimiento, incluyendo cambios en la velocidad o en la dirección del movimiento.

Entonces, debido precisamente a esa resistencia, hemos visto que no es fácil cambiar un mal hábito, dejar un vicio, forjar mejores comportamientos, etcétera, precisamente a esa dificultad de cambiar el rumbo de una conducta hecha por mucho tiempo.

También está la experiencia de muchos que, seguramente con buena intención, quieren ayudar a alguien a cambiar, pero para lograrlo, le ofenden, insultan, maltratan, lastiman, avergüenzan públicamente, y nada. Creyendo que estas son las acciones que se han de realizar para que una persona enmiende el camino que ha emprendido. Y solo funciona de forma temporal: después de un indeterminado tiempo, los malos hábitos y conductas reaparecen nuevamente y a veces con mayor fuerza.

Sucede que olvidamos que las personas no son cosas, no son objetos.


Lo que los ha movido a tener tales conductas está en su interior, en su mente, en su forma de entender la realidad y la vida, y de apaciguar sus necesidades o al menos de satisfacer una carencia.

Entonces, para cambiar "el destino", es decir, la dirección que finalmente vemos o creemos que sucederá a la persona que lleva la conducta que nos preocupa, es importante hacer que se desee el cambio, y se encuentren otras satisfacciones, otras respuestas, más llevaderas, sin violentar la conducta o la libertad de quien se desea ayudar a encontrar otro fin distinto al que vemos que sucedería si no se hace algo para evitarlo.

Pero para lograr ese giro de la conducta se requiere una fuerza más grande, constante, no invasiva, sino agradable, que después haga fácil y automática la nueva conducta. En todas las culturas se lleva a cabo un seguimiento, un acompañamiento, pero también ha sucedido que se comete el error de no personalizarlo, creyendo que todas las personas responden de forma idéntica a las mismas enseñanzas, ignorando las necesidades psíquicas, afectivas, sociales de cada uno. Por eso las religiones tienen tantos adeptos, porque el sentimiento de pertenencia, de grupo, de aceptación, es el primer paso para la redención de la conducta.

En resumen, no hay una predestinación al sufrimiento, al dolor, a la marginación. Pero si no tomamos las riendas de nuestra conducta, y dejamos que los eventos que nos rodean nos limiten o acobarden, entonces sí, parecerá que no se puede cambiar el rumbo y las consecuencias de una conducta desordenada y antisocial.

Continuará...

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